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El proceso de duelo: Un sufrimiento necesario

El duelo es un proceso normal por el que todas las personas vamos a pasar en algún momento de nuestra vida.

La palabra duelo significa “dolor”, por lo que el proceso de duelo implicará “pasar por el dolor” que nos provoca la pérdida que hemos experimentado.

Normalmente hablamos de duelo para referirnos al proceso de asimilar la pérdida de un ser querido tras su fallecimiento, y es el tipo de duelo en el que nos vamos a centrar en este artículo. Pero el duelo también aparece cuando experimentamos otro tipo de pérdidas como el trabajo, una amistad, una ruptura sentimental o la pérdida de salud. El nexo común de estas situaciones tan diversas es la necesidad de asimilar y ordenar los sentimientos que nos provoca la situación de dolor ante esta pérdida.

Etapas del duelo

En el proceso de duelo existen una serie de etapas más o menos largas que tenemos que pasar hasta conseguir asimilar nuestro dolor.

Ni este proceso en general, ni sus etapas en particular, tienen un tiempo definido que se cumple en todos los casos. Cada persona necesita un tiempo para superar la pérdida e irá atravesando las distintas etapas al ritmo que sus recursos personales le permitan. Estas etapas tampoco siguen un orden, sino que las personas pueden volver a las distintas fases hasta poder asimilar que la persona querida ya no está y aceptar este hecho como algo inevitable en la vida.

1. Negación

Tras el fallecimiento del ser querido, la persona en duelo entra en un estado de paralización, en el que siente como si todo su mundo se detuviera y nada tuviera sentido (“no me creo que esto haya pasado a mí”).

Negar la realidad de lo que ha pasado es una reacción muy frecuente en los primeros momentos, la vida sin esa persona es imposible de imaginar. Un sentimiento extremo de tristeza invade a la persona en duelo. En la mayoría de personas este sentimiento se manifiesta a través del llanto, pero no todo el mundo lo expresa de la misma forma.

Hay situaciones en las que la pérdida es más difícil de asimilar debido a las circunstancias en las que ocurre, como en el caso de un fallecimiento inesperado o cuando se trata de personas en las que no se asume su pérdida como algo "normal", como es el caso del fallecimiento de personas jóvenes o incluso de niños.

Esta sensación de incredulidad ante lo que ha pasado nos permite ir asimilando poco a poco la realidad de la nueva situación, ya sin la persona querida; y el dolor que nos produce.

Esta fase finaliza cuando la persona es capaz de asimilar la realidad de esta pérdida.

2. Ira

Una vez asimilada la realidad de la pérdida, la persona en duelo sentirá una intensa rabia por lo que ha pasado. Aunque la ira estará presente casi en todo el proceso de duelo, es en esta etapa donde adquiere su mayor intensidad.

La ira puede estar dirigida a cualquier persona, ya sean amigos, familiares, a uno mismo o incluso a la persona fallecida, lo que incrementa el sentimiento de culpa de la persona en duelo.

En los casos de fallecimientos inesperados, los sentimientos de injusticia son aún mayores (“no es justo lo que ha pasado”) y por tanto la reacción de ira es aún más intensa. En esta fase además, debido a que empieza a emerger la realidad de la pérdida, el dolor y la tristeza del duelo se incrementan.

3. Negociación

En esta fase, la persona en duelo se enfoca en lo que “podría haber hecho pero no hizo” para evitar la pérdida, aunque no sea responsabilidad suya (por ejemplo: cambiar el orden de los acontecimientos para evitar un accidente, llevarlo antes al hospital para diagnosticar a tiempo la enfermedad, etc).

Personas que creen en Dios intentan “negociar” con él, ofrecer algo (normalmente se hace en forma de promesa) a cambio de poder volver atrás en el pasado y recuperar a su ser querido.

La etapa de negociación también suele aparecer antes de que se produzca la pérdida, con el objetivo de intentar posponer el fallecimiento de la persona querida.

4. Depresión

En este momento, la persona en duelo ya es plenamente consciente de la realidad de la pérdida y de lo que ello implica, deja de centrarse en lo ocurrido para fijar su atención en el presente, donde la persona querida ya no se encuentra.

Sentimientos de soledad, abandono, dolor profundo, miedo e incertidumbre ante lo que está por venir se apoderan de la persona en duelo.

Para la persona en duelo, la vida en estos momentos no tiene sentido, por lo que levantarse cada día es un sufrimiento y tiende a aislarse de sus amigos y de actividades profesionales y lúdicas.

Es importante tener en cuenta que la depresión en el proceso de duelo es una etapa necesaria en el mismo, para poder posteriormente llegar a aceptar la ausencia del fallecido.

5. Aceptación

No es hasta este momento en el que la persona en duelo acepta la realidad de su pérdida, comprendiendo lo inevitable de aquella y sin impedirse a sí misma el poder seguir haciendo su vida. Se trata de aprender a vivir con la pérdida, viendo que la vida sigue teniendo sentido a pesar de lo ocurrido.

Esto no significa que la persona fallecida se olvide ni el dolor desaparezca, sino que se acepta lo sucedido como algo inevitable y que no puede cambiarse por mucho que lamentemos la pérdida del ser querido.

En esta fase, la persona en duelo retomará sus hábitos de forma gradual y recuperará sus relaciones sociales.

¿Cómo debemos afrontar el duelo?

Uno de los aspectos fundamentales a tener presente es no presionar a la persona en duelo con tiempos fijos ni acciones concretas, ya que el tiempo es diferente en cada persona y cada uno utilizará los recursos disponibles.

El apoyo familiar y social es muy importante en el duelo. Entender el proceso, conociendo las emociones y necesidades que surgen a lo largo del mismo, es la mejor forma de ayudar a la persona a gestionar sus sentimientos de una forma sana que le permita asimilar y adaptarse a la realidad de su pérdida.

Aunque sea algo natural e inevitable en la vida, no debemos restar importancia al sufrimiento que ocasiona la pérdida, siendo fundamental evitar expresiones como la tan conocida "el tiempo todo lo cura", ni intentar evitar que la persona en duelo exprese sus sentimientos (llorando por ejemplo), ya que esto no haría más que empeorar la situación de ansiedad y bajo estado anímico que presenta la persona afectada.

Por el contrario debemos alentar a esa persona a expresar sus emociones y hacerle ver que las entendemos y que son normales y además necesarias en la situación por la que está pasando el afectado.

¿Cuándo consultar con un profesional?

Es importante consultar con un profesional de la psicología en las situaciones de duelo, ya que esto puede favorecer el llevar a cabo un duelo normal, más asumible por la persona que se encuentra en esta situación y por otro lado, previene que pueda desencadenarse las situaciones de duelo patológico y otros problemas de salud mental derivados de ellas.

En este sentido, es necesario para el profesional de la psicología conocer las distintas fases del proceso de duelo y las características de cada una de ellas, ya que en muchas ocasiones podemos cometer el error de interpretar como patológicas manifestaciones naturales y necesarias de este proceso. Asimismo, el profesional debe saber transmitir a la persona afectada qué es normal y qué podría considerarse como patológico del duelo que presenta.

Por todo esto es importante diferenciar una situación de “duelo patológico” de lo que constituye el "duelo normal".

Es muy importante además, tener en cuenta algunos factores que hacen que determinadas personas tengan mayor probabilidad de necesitar ayuda ante este acontecimiento, ya que así podemos prevenir la complicación del mismo dotando a la persona de los recursos necesarios.

Estos factores predisponentes están relacionados con los siguientes aspectos:

  • Circunstanciales: Donde se incluyen circunstancias relacionadas con el cómo y cuándo ha tenido lugar la pérdida. Incluimos en este apartado aspectos como la muerte inesperada, muerte por suicidio u homicidio, entre otros.

  • Personales: Incluye aspectos como los problemas de salud mental previos propiamente dichos, pero también la falta de habilidades y recursos personales para afrontar la situación; el haber tenido episodios de duelos no superados, así como la edad de la persona que afronta el duelo, entre otros aspectos.

  • Relacionales: Incluimos en este apartado las relaciones de la persona en duelo con familiares muy cercanos (padres, hermanos, pareja, amigos muy íntimos); la dependencia con el ser querido fallecido; o la posible existencia de una relación conflictiva no resuelta con el mismo.

  • Sociales: Se refiere a la ausencia de apoyo social adecuado; la existencia de problemas económicos, laborales o el tener a su cargo niños que cuidar.

En definitiva, podemos decir que sería conveniente para aquella persona que se encuentre en situación de duelo consultar con un profesional que le permita adquirir y desarrollar los recursos adecuados para un mejor afrontamiento de las circunstancias por las que está pasando y prevenir el desarrollo de complicaciones añadidas y de más difícil solución.

A continuación mostramos un vídeo ilustrativo acerca de la muerte y el duelo.

El último viaje. Documental sobre la muerte y el duelo.

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